Medicamentos

1. Automedicación I
2. Automedicación II
3. Tranquilizantes
4. Antibióticos
5. Tomas antes y después de la comida
6. Incompatibilidad con el alcohol
7. Corticoides
8. Ancianos 
9. Embarazo y lactancia 
10. Consumo 
11. Medicamentos genéricos 
12. Precio de referencia 

 


1. La primera pregunta es obvia, ¿es tan peligrosa la automedicación como parece? 

Al hablar de medicamentos lo primero que se debe destacar desde luego son los peligros de la automedicación. Todavía es frecuente que muchas personas tomen un medicamento «recetado» por la vecina, porque a ella «le fue muy bien una vez que tuvo lo mismo». Otra situación parecida se da también a menudo, volver a tomar el mismo medicamento que nos dio el médico en otra ocasión en que tuvimos los mismos síntomas y que guardamos en el botiquín para otra vez. Alguna vez el médico puede recomendar que se tome un medicamento concreto siempre que se tengan los mismos síntomas. Sería el caso de un tratamiento para ataques de migraña, o de un vasodilatador bajo la lengua en enfermos de angina de pecho. Salvo estas y algunas otras excepciones; en general, salvo indicación expresa del médico, no hay que tomar nunca ningún tratamiento sin tener un diagnóstico claro de lo que nos ocurre.

Un fármaco tan inocuo como la aspirina puede producir una hemorragia digestiva importante en un enfermo de úlcera, o un grave ataque de asma en un asmático con intolerancia a los antiinflamatorios. Un tranquilizante «suave» que un amigo puede llevar años tomando diariamente puede producir la muerte a un enfermo pulmonar crónico avanzado que se tome una sola pastilla.


2. Pero según eso tendríamos que ir al médico hasta por las cosas más banales, probablemente nos pasaríamos el día en su consulta… Por ejemplo ¿Si uno tiene un dolor de cabeza después de un apretado día de trabajo no se puede tomar un analgésico suave como por ejemplo una aspirina?

Existe lo que en las farmacias denominan «medicamentos de mostrador» que pueden venderse sin receta. El farmacéutico es un excelente profesional para sustituir al médico en estos casos. Los analgésicos suaves como la aspirina o el paracetamol estarían dentro de este grupo de medicamentos de mostrador siempre que no estén especialmente contraindicados por el médico, como serían algunos de los ejemplos que hemos comentado para la aspirina. Otros ejemplos de medicamentos de mostrador serían los antiácidos para una indigestión, un antihistamínico para la cinetosis (el mareo de los viajes).


3. Tal vez uno de los grupos de medicamentos en los que se da más frecuentemente la automedicación, a pesar de que ahora se ejerce un severo control sobre ellos, es el grupo de los tranquilizantes, somníferos o como se los quiera llamar.

El grupo de medicamentos más utilizado en la actualidad para la ansiedad, para el insomnio y para lo que inespecíficamente podríamos llamar «los nervios» son las llamadas benzodiacepinas. Estos fármacos, si bien carecen de los peligros de otros tranquilizantes y somníferos utilizados en el pasado como los barbitúricos, no están exentos de riesgos y problemas, y lo cierto es que en los últimos años en nuestro país y, en realidad en todos los países desarrollados, se está observando un creciente abuso de los mismos.

Actualmente ha mejorado el control de los farmacéuticos y es cada vez más dificil adquirirlos sin receta médica, sin embargo parece claro que su consumo ha aumentado en España en los últimos años de forma vertiginosa. Son muchas las personas que no pueden dormir sin su pastilla o que no pueden pasar el día sin tomarse sus dos o tres dosis de tranquilizantes. Es cierto que normalmente es el propio médico el que los recetó en su día y el que los sigue recentando, pero en las revistas médicas van apareciendo cada vez con mayor profusión artículos advirtiendo del abuso que se está haciendo de estos medicamentos y de la gran cantidad de adictos que en cualquier país desarrollado existen. Contra lo que se suele creer los ansiolíticos crean una auténtica dependencia, desarrollan una tolerancia (cada vez se necesita más dosis para obtener el mismo efecto) y provocan un síndrome de abstinencia si se retiran bruscamente. Precisamente este síndrome de abstinencia es el que hace que muchos pacientes que necesitaron ansiolíticos en un momento de su vida no puedan ya dejarlos, pues cada vez que lo intentan aparecen estados de ansiedad aguda desencadenados por la ausencia brusca del fármaco en la sangre.

Seguramente se ahorrarían muchas prescripciones de tranquilizantes si el médico de cabecera pudiera sustituirlos por unas cuantas sesiones de psicoterapia en un momento de ansiedad o si el enfermo pudiera sustituir el medicamento por algo tan sencillo, y a la vez tan inmensamente difícil, como un cambio en su estilo de vida, en el trabajo, en el ocio, en las relaciones familiares o con los amigos.

A pesar de todo y, aunque no existe un consenso entre los expertos sobre cuáles serían exactamente las indicaciones de estos medicamentos, lo cierto es que muchos enfermos los necesitan y en ocasiones pueden ser de gran utilidad.


4.  Otro grupo de medicamentos de los que se abusa es el de los antibióticos. Parece que no se cura un fuerte gripazo sin la ayuda de unos antibióticos, pero por otro lado hay quien no quiere nunca antibióticos porque «chafan mucho».

Los antibióticos son medicamentos que deben ser administrados sin excepción por el médico. No están indicados nunca en la gripe ni en los resfriados comunes excepto cuando ya está establecida una complicación como una neumonía o una otitis. Cuando aparecen estas complicaciones es sumamente perjudicial que el enfermo haya estado tomando antibióticos previamente, pues pueden aparecer problemas de resistencias o pueden enmascarar una de estas complicaciones, haciendo más difícil su diagnóstico y su posterior tratamiento correcto.

Por otro lado los antibióticos no chafan, lo que chafan son las enfermedades. Por último los antibióticos deben tomarse a la dosis y durante el tiempo indicado por el médico y nunca deben dejarse cuando el enfermo ya está bien. Si el médico los ha indicado correctamente nunca es cierto aquello de «¿no será demasiado antibiótico?».


5.  ¿Qué importancia puede tener tomarse un medicamento antes o después de las comidas?

Esta es una de las principales preocupaciones de los enfermos y a menudo está perfectamente justificada. Hay medicamentos que deben administrarse en ayunas porque sino no se absorben bien, no pasan en cantidad suficientemente a la sangre y es inútil tomárselos. Es lo que ocurre con los medicamentos que se emplean para el tratamiento de la tuberculosis o con antibióticos tan empleados como la eritromicina. Otros medicamentos no pueden mezclarse con algunos alimentos concretos como las tetraciclinas que si se toman junto con leche no se absorben.

Otros fármacos en cambio pueden lesionar las paredes del estómago y deben tomarse después de las comidas para que así, mezclados con los alimentos, no puedan entrar en contacto tan directo con las mismas. Es el caso de la aspirina y de todos los antiinflamatorios.


6.  ¿Por qué hay medicamentos con los que no se puede tomar alcohol?

No  se puede tomar alcohol efectivamente siempre que se haga un tratamientocon ansiolíticos o con algunosantidepresivos. Estos fármacos tienen una accióndepresora del sistema nervioso central, es decir disminuyen el estado de atención, producen somnolencia y sus efectos se ven potenciados de forma imprevisible por el alcohol.

Existen otros medicamentos que tienen un efecto «antabús». ¿Qué quiere decir esto? pues que, por razones que no vienen al caso, si durante el tratamiento con uno de estos medicamentos se toma alcohol se producen reacciones muy desagradables para el individuo que pueden llegar a ser graves. Estos efectoshan sido aprovechados para la terapia del alcoholismo, pero algunos antibióticos como el metronidazol, usado a menudo en el tratamiento de vaginitis por trichomonas o en infecciones bucales, pueden provocar también una reacción de este tipo.


7.  Uno de los grupos de medicamentos más controvertidos, más temidotal vez también más «amados» son los corticoides. ¿La famosa «cortisona» es tan mala como dicen?

La «cortisona» es tan mala como dicen y también tan buena dicen. Un tratamiento prolongado con corticoides puede tener efectos nefastos sobre la salud de una persona.  Puede producir osteoporosis (descalcificación de los huesos), problemas gastrointestinales, reactivación de infecciones como la tuberculosis, problemas musculares, hipertensión arterial, diabetes y hasta enfermedades psíquicas graves.

Sin embargo en un artículo publicado en la revista Medicina Clínica sobre la muerte en el asma, una de las conclusiones era que muchas de estas muertes se hubieran evitado con un tratamiento a base de corticoides hecho a tiempo. Los corticoides, la terrible cortisona, es capaz de salvar la vida no sólo de enfermos de asma.

Existen enfermedades reumáticas de las llamadas inflamatorias en las que sin el uso de los corticoides el enfermo moriría irremediablemente. En una arteritis de la arteria temporal un tratamiento a base de dosis elevadas de corticoides hecho a tiempo puede impedir que el enfermo se quede irremediablemente ciego, por ejemplo, aparte de curar su enfermedad al cabo del tiempo.

En definitiva, los corticoides, la cortisona, es el ejemplo tal vez más claro de que los medicamentos son armas de doble filo, cuyo balance riesgo beneficio debe ser sopesado por el médico.


8.  Un grupo especial de enfermos es, sin duda, a la hora de tomar medicamentos, el de los pacientes ancianos ¿qué recomendaciones podrían dirigirse a estos pacientes, que por otro lado a menudo toman tantos medicamentos?.

     Los ancianos tienen una serie de características que los convierten en un grupo especial. Son pacientes que suelen tener varios trastornos diferentes por lo que normalmente toman varios medicamentos. Están sujetos, por tanto, a los riesgos de las interacciones medicamentosas en mayor medida que las demás personas.  Además el riñón no es capaz de eliminar los medicamentos con la misma eficacia en la ancianidad con que lo hacía antes, por lo que muchas veces estos enfermos necesitan menos dosis a riesgo de que se acumulen en la sangre los medicamentos, con lo que se potencian sus toxicidades y efectos secundarios.

Muchos ancianos toman en realidad demasiados medicamentos, la mayoría de ellos inútiles. Consultan al médico por molestias como puede ser una disminución de la agilidad mental o de la memoria, y salen con una receta de los claramente inútiles regeneradores neuronales o vasodilatadores cerebrales. Consultan por un insomnio y pronto ven un medicamento más en la lista de sus prescripciones. Desgraciadamente tenemos todavía la mentalidad médicos y enfermos de que toda visita médica debe acabar con una receta, y más en las consultas de la Seguridad Social, donde el médico que no receta suficiente puede ser acusado de ser cualquier cosa menos de buen profesional, y donde, por otro lado, hoy en día no se está en condiciones de ofrecer otra cosa que una receta a muchos enfermos que podrían mejorar mucho con algo tan intangible, tan barato y a la vez tan «sin precio» como una conversación o en definitiva una correcta relación entre médico y enfermo. Como colofón a lo dicho baste decir una cifra siempre fría pero tal vez expresiva, en 1986 se expandieron en España más de 435 millones de recetas de la Seguridad Social, unas 1 1,5 recetas por habitante y año.


9. Otro caso especial es el de los medicamentos en el embarazo y en la lactancia… 

Como todo el mundo sabe, los medicamentos pueden dar lugar a graves malformaciones cuando se toman durante el embarazo. Se conocen unos cuantos medicamentos que se sabe a ciencia cierta que producen problemas, incluso se sabe qué problemas tienden a producir.  Del resto de medicamentos no se sabe pero se sospecha que pueden llegar a producir trastornos en el feto y se prefiere evitarlos. En general cabe recomendar a todas las embarazadas que no tomen ningún medicamento por inicuo que parezca sin consultar previamente con el médico. Muchas de las molestias del embarazo pueden resolverse con remedios naturales, pero además existe una lista de medicamentos que se consideran «seguros» que todos los médicos conocen y con los cuales pueden cubrirse la mayor parte de las necesidades que puedan surgir a lo largo de la gestación. Existen analgésicos, antibióticos, antihistamínicos, diuréticos, broncodilatadores y un largo etcétera de fármacos considerados seguros, por lo tanto, no hay nada que temer si se consulta al médico.

Con la lactancia materna hay que tener también cuidado. La leche materna es la mejor alimentación de los recién nacidos. La mayoría de los medicamentos pueden pasar en pequeñas cantidades a la leche y por tanto al niño. Este riesgo disminuye si se toman las pastillas después de las tomas. La mayor parte de las veces el medicamento eliminado en pequeñas dosis por la leche no afectará al niño. Sin embargo, algunos productos sí pueden afectarle y conviene también consultar con el médico esta eventualidad. Por ejemplo los laxantes que tantas mujeres ingieren habitualmente pueden irritar el intestino del niño produciéndole diarreas.


10.  ¿Consumimos muchos medicamentos en España? y por otro lado, ¿consumimos bien los medicamentos en nuestro país? 

Nuestro país es el séptimo mercado farmacéutico internacional en valores absolutos. Estudios practicados demuestran que en España se consumen mayor número de medicamentos que en otros países europeos sobre todo si nos fijamos en algunos grupos terapéuticos, sin que nada haga sospechar que el perfil de enfermedades sea distinto en nuestro país que en otros. Ya hemos comentado el mal uso que se hace en nuestro país de los antibióticos y, efectivamente, cuando se miran las estadísticas, se demuestra cómo en España el consumo de antibióticos es mayor que en otros países vecinos. Clama al cielo el caso de los reactivadores y vasodilatadores cerebrales que no se emplean en absoluto por su ineficacia en algunos países europeos y, en cambio, en nuestro país ocupan el segundo lugar en el ranking de medicamentos más vendidos.

Un estudio realizado por un farmacéutico de oficina de farmacia de Santa Coloma de Gramenet, es muy expresivo en cuanto a la «calidad» de los medicamentos que tomamos los españoles. En dicho estudio, publicado en la revista médica Medicina Clínica, se recogieron durante un año todas las prescripciones pediátricas hechas en 14 farmacias de la zona representativas de la población de dicha ciudad. Los resultados no pueden ser más significativos, menos del 40 % de los medicamentos recetados tenían una calidad terapéutica reconocida y hasta el 17,4 % de los medicamentos prescritos fueron considerados de valor terapéutico inaceptable, entendiendo como tal todo medicamento que presente un potencial tóxico elevado, cuyo uso represente un riesgo para la salud del niño en relación con los beneficios que pueda comportar.

Los programas que actualmente está llevando a cabo el Ministerio de Sanidad tienen por objeto reducir estos medicamentos «inaceptables» y aumentar los de calidad elevada, y ya se van viendo resultados. No hay que alarmarse por tanto y es de suponer que pronto estos perfiles de prescripción tan nefastos, van a ir cambiando y mejorando.

Sería bueno que nos convenciéramos de que, aunque un medicamento bien usado puede salvarnos la vida y puede aliviarnos de dolores y molestias importantísimas, no siempre que existe algún sufrimiento, alguna molestia, la mejor solución tiene que estar en el medicamento, a menudo un cambio en nuestro estilo de vida, un remedio casero o natural, o simplemente una conducta expectante pueden ser medidas mucho más útiles que la prescripción


11.  Recientemente se han introducido en España los medicamentos genéricos ¿Qué son exactamente? 

Son medicamentos que no tienen una marca comercial sino que se comercializan con su propio nombre farmacológico seguido de las siglas EFG (especialidad farmacéutica genérica). Se pueden comercializar a partir de que caduca la patente de los laboratorios que lo investigaron y pusieron a la venta por primera vez. Tienen la ventaja de que son más baratos que los productos originales y además poseen la garantía de que han superado las llamadas pruebas de bioequivalencia. Esto último quiere decir que, además de ser iguales, se comportan en el organismo de igual forma que los medicamentos no genéricos.


12.  ¿En qué consiste el llamado "precio de referencia"? 

Por el decreto de precios de referencia, la Seguridad Social establece que de una determinada lista de medicamentos sólo financia una cantidad que suele ser igual o algo superior al coste de los medicamentos genéricos de esa especialidad. Si el médico receta un medicamento de los incluidos en esa lista (se reconocen por que llevan en la caja las siglas EQ) el farmacéutico puede ofrecer cambiarlo por su equivalente genérico o cobrar la diferencia de precio entre el precio de referencia y el medicamento recetado. En general esta opción suele ser la peor, pues como hemos dicho antes los medicamentos genéricos son realmente equivalentes a los otros.