Duelo

1. Introducción
2. ¿Qué es el duelo?
3. Proceso de duelo
4. Consultas al médico I
5. Consultas al médico II
6. Duelo mal resuelto
7. ¿Cómo podemos ayudar?

 


1. ¿Es la muerte un tema tabú?

Nuestra sociedad niega la muerte. Antiguamente, tan sólo hace unos cincuenta años, la muerte era mucho más cotidiana. Había en nuestro país un índice elevado de mortalidad infantil, la esperanza de vida era menor, y por otro lado la sociedad era más predominantemente rural, lo que facilitaba la existencia de grandes familias entre cuyos miembros no se perdía el contacto.

Actualmente, la mortalidad infantil es baja, la muerte prematura también es un fenómeno cada vez menos frecuente, pero además las familias son menos numerosas, la vida en la ciudad hace que se diluya más el contacto con familiares menos allegados y, en conjunto, todo ello hace que la muerte haya pasado de ser un tema familiar y cotidiano a ser un fenómeno no ignorado pero sí olvidado y apartado de nuestras mentes.  Antiguamente las personas solían morir en su casa, acompañados de los suyos, hoy en día la muerte se produce en los hospitales o en residencias de ancianos, lejos del hogar familiar.  Hoy en día no es raro que una persona llegue a los treinta años sin haber asistido a ningún funeral de un familiar allegado, sin haber visto nunca un muerto, por ejemplo.

Todo esto puede parecer positivo y de hecho lo es. No vamos a decir que lo ideal fuera la anterior situación.  No es que  creamos que la muerte deba acosarnos como en otros tiempos ha hecho. Lo que ocurre es que tal vez este escaso contacto que en nuestra sociedad se tiene con la muerte, por otro lado inevitable e ineludible, ha creado una situación en que esta triste hora nos coge a todos tan por sorpresa, que quizás ahora sea más frecuente toda una patología que será la del duelo mal resuelto, es decir, la de los problemas que aparecen como consecuencia de no haber podido digerir el fallecimiento de un ser querido o importante para nosotros.


2. ¿Qué es el duelo desde el punto de vista médico o psicológico? 

El duelo es el proceso mediante el cual se elabora psicológicamente la tristeza normal que provoca la pérdida de un ser querido.  Este proceso nos tiene que permitir sentir plenamente esa tristeza, pero a la vez nos ha de llevar, en un tiempo variable, a la vuelta a la vida normal, a la capacidad de sentir nuevamente placer y bienestar, a establecer nuevas relaciones etc., todo ello sin que por eso tengamos que renunciar al cariño que sentíamos por el difunto, ni a su recuerdo.


3. ¿Cómo es ese proceso? 

Como es lógico intentar sistematizar el proceso de un duelo como se puede hacer con los síntomas de una enfermedad es una tarea difícil y a veces inútil.  El duelo puede ser muy distinto en unas personas que en otras, hasta en unas culturas que en otras, y dependerá además de otros factores como por ejemplo la importancia del difunto para esa persona, el tipo de relación que se tenía con él, el número de conflictos no resueltos con él, y hasta el modo en que se haya producido la muerte. 

Pero teniendo en cuenta las limitaciones que supone esta sistematización se han intentado establecer una serie de fases por las que pasa alguien que hasentido la pérdida de un ser querido y en general son las siguientes: 

1.' fase.  De entrada puede haber una reacción de shock, de rechazo de la realidad, de sensación de que la muerte no se ha producido.

2.' fase.  Al cabo de unos días, o a veces sin que la fase anterior tenga que presentarse, aparece la certeza de que la muerte ha ocurrido, y por tanto sobreviene un intenso sentimiento de pena que invade todo el organismo y que puede producir hasta síntomas físicos.  Naturalmente, en esta fase se tienen sensaciones de angustia e impotencia, de depresión, aparecen también trastornos del sueño, desaparece el interés por las cosas de la vida cotidiana, como el trabajo o las relaciones sociales.  Pueden invadirnos sentimientos de irritabilidad y agresividad hacia los demás.  Las ganas de estar solos se contradicen con la imposibilidad de soportar la soledad.  A menudo se establecen largas conversaciones mentales con el difunto, que está presente a todas horas en nuestra vida, hasta el punto de que a veces nos parece que le vemos por la calle o hasta que sentimos su presencia, etc.  Todos estos sentimientos pueden ser normales si no son excesivamente exagerados.  Es conveniente que se pase esta fase, que quisiéramos evitar, para que posteriormente llegue la tercera fase del restablecimiento.

3.' fase.  Al cabo de algunas semanas o varios meses, y después de algunos altibajos, se impone el restablecimiento, la sobreposición y la vida vuelve a su cauce, se puede sentir nuevamente bienestar y placer y todo parece normalizarse aunque, si el fallecido era importante para nosotros, nos queda una sensación de hueco, de vacío, que nunca se llega a llenar del todo.


4.  ¿Consultan al médico de cabecera personas que han perdido recientemente un familiar, por dicho motivo? 

Mucha gente considera normal la aflicción que sienten por la pérdida y no creen que el médico pueda hacer nada por ellas.  Otros en cambio acuden a su médico en busca de un apoyo psicológico, de una comprensión y de una posible vía de desahogo fuera del ámbito familiar donde la angustia es ya desbordante.  Otras veces piden algo para dormir en esos primeros días tan duros, o para remediar una ansiedad insoportable.

Curiosamente en los primeros meses después de la pérdida de un ser querido aumentan las consultas al médico y no sólo por motivos psicológicos, sino hasta por enfermedades claramente orgánicas.


5.  ¿Pero no es antinatural intentar evitar la pena que produce un acontecimiento así? ¿No le pedimos demasiado a la medicina si además de aliviarnos del sufrimiento que producen las enfermedades, le pedimos que nos libre del sufrimiento normal de la vida?

Sería absurdo pretender que mediante una medicación no se sintiera la muerte de un familiar.  Precisamente lo que debe hacer el médico en estos casos es ayudar al paciente a que pueda expresar toda su pena en esos primeros momentos de forma natural.  Facilitar la verbalización de todos los sentimientos es una de las principales misiones del médico de cabecera que es consultado por este motivo.  Por otro lado identificar aquellos casos de duelo patológico que puede producir complicaciones en el futuro.  A menudo estas complicaciones vienen precisamente de la dificultad para haber sentido toda la pena en el momento adecuado.  Se deben identificar pues, las conductas sospechosas de que algo no marcha bien, como por ejemplo la imposibilidad de llorar, la negativa a aceptar el hecho, no queriendo ir al funeral ni hablar en absoluto del tema, un exceso de agresividad hacia los demás (hacia los médicos y hospitales por ejemplo).  Puede ser normal adoptar conductas de identificación con el ser querido imitándolo temporalmente en algunos gestos o formas de ser, pero si esta identificación es excesiva y hace que el doliente sienta los mismos síntomas que el difunto y crea padecer la misma enfermedad (temores frecuentes por otro lado), empieza a ser signo de un duelo mal resuelto.


6.  ¿Qué complicaciones pueden aparecer como consecuencia de un duelo malresuelto?

Un duelo mal elaborado puede hacer que la fase depresiva tenga una duración excesiva (mayor de seis meses), con lo cual puede ser necesaria una ayuda médica antidepresiva de tipo psicoterapéutica o medicamentosa.

En el plano de los síntomas puramente psicológicos puede aparecer también una auténtica depresión que no siempre es una continuación del duelo, sino que puede aparecer semanas o meses después y no siempre está claramente relacionada por el enfermo con el fallecimiento.  No es raro, por ejemplo, que al cabo de un año de la muerte de un padre o una madre, se consulte al médico por un cuadro depresivo que aparentemente no tiene relación con el fallecimiento, pero que, al indagar un poco en la psicología del enfermo, se evidencie como claro desencadenante.  Unos meses de aparente normalidad pueden despistar al médico y al enfermo, pero la coincidencia de los síntomas depresivos con el aniversario o con una fiesta concreta pueden ponernos sobre la pista de este desencadenante.

Más difícil todavía puede ser relacionar algunos síntomas exclusivamente orgánicos con un duelo mal resuelto.  Un enfermo acude a la consulta por un dolor del tipo que sea.  Se le realizan todas las exploraciones que se consideran oportunas y no se llega a ningún diagnóstico.  El misterio puede resolverse cuando se descubre que hace uno, dos o más años, murió un familiar con un dolor similar que resultó ser un cáncer.  Profundizando un poco más puede averiguarse que las molestias de nuestro enfermo empezaron poco después de la referida muerte o que coinciden en su inicio con la fecha del aniversario o con cualquier circunstancia que podamos relacionar con el difunto.  Este diagnóstico suele ser mal recibido por los enfermos que protestan diciendo que ellos sienten un dolor real (y tienen razón).  Un duelo mal resuelto puede complicarse con molestias reales similares a las del difunto pero sin una base orgánica y el tratamiento de estos cuadros se basa fundamentalmente en el reconocimiento del origen de los mismos, que puede ser difícil sin un adecuado conocimiento y relación entre médico y enfermo.  Pueden ser necesarias medidas psicoterapéuticas o medicamentosas que resolverán tanto los aspectos depresivos o ansiosos que se suelen asociar como los dolores «físicos».

También hay que decir que la investigación demuestra que una pérdida importante como la de un esposo o esposa produce en el primer año posterior al fallecimiento un aumento de las enfermedades físicas yu de la mortalidad en la pareja que sobrevive. Es decir la pérdida de la  pareja produce enfermedades físicas y incluso un aumento de la mortalidad en el primer año respecto a otras personas de las mismas características que no han sufrido dicha pérdida. Y este riesgo es mayor para los viudos que para las viudas y mayor cuanto más joven es el doliente.


7.  ¿Qué se puede hacer para ayudar a alguien que está pasando por este trance?

Es difícil aconsejar con normas concretas.  Lo que sí parece claro para todos los expertos es que es muy conveniente que se facilite la expresión de toda la pena que provoque la pérdida.  Esta expresión puede ser muy distinta en unas personas que en otras, o en unas culturas y otras.  Puede ser tan respetable una reacción histérica delante del cadáver, como un llanto silencioso en solitario.  La angustia que provoca en los demás la muerte hace que intentemos reprimir los sentimientos de pena cuando lo que se necesita en esos momentos es una compañía que facilite la expresión de los mismos.  Frases como «es ley de vida», «la vida sigue», «piensa en tus otros hijos», pronunciadas con buenísimas intenciones, tienden a reprimir los sentimientos propios del duelo y pueden ser peores que una compañía silenciosa, o simplemente conversar sobre el difunto, si eso es lo que desea el doliente.  Los amigos deben ofrecer generosamente su compañía, aunque a veces puede preferirse la soledad.  Hay quien prefiere guardar intactas las pertenencias del difunto y en cambio otras personas tiran todos sus objetos personales ya que no soportan su presencia.  Ambas posturas deben ser respetadas, pero con el tiempo puede agradecerse el haber guardado algún objeto que relacionemos con el difunto para recordarlo mejor cuando la angustia nos permita hacerlo con cariño y sin sufrimiento.

En conclusión, la mente humana tiene recursos suficientes como para superar una situación tan traumática como la pérdida de un ser querido.  La recuperación de la depresión normal que aparece ante un acontecimiento de este tipo llega tras haber podido sentir toda la pena que el suceso provoque.  La ayuda de amigos y familiares va a ser necesaria y útil para llegar a esa recuperación del bienestar y, en casos en que el duelo revista características patológicas, puede ser conveniente además la ayuda de un profesional. Artículos médicos recientes recomiendan , el soporte de profesionales de la salud, concretamente de la atención primaria,  además del apoyo de la red de amigos y familiares. Este soporte realizado antes, durante y después del fallecimiento puede ayudar a mejorar la recuperación después de un duelo

Bibliografía

McGrath P, Holewa H, McNaught M.Australian Family Physician Vol. 39, No. 10,  2010:780-3